Ya muchos saben que por primera vez no terminé un evento de larga distancia en más de 20 años en el triatlón. Realmente doloroso, pero la lección está aprendida y ahora viene la revancha en el Ironman de Cozumel, para terminar una de las temporadas más duras de mi carrera deportiva.
Como no hay mucho que contar sobre este medio Ironman, me quiero enfocar en ese instante del retiro.
La natación estuvo dentro de lo presupuestado, me sentí fuerte, salí en el lote puntero y al momento en que salte para montarme en la bicicleta escuche que esa no era la línea de monte, sino 5 metros adelante, así que rápidamente me bajé, pero aterrice de rodillas y resbalé. Desde ahí todo se vino a pique, perdí el grupo de punta, me desconcentré, pero a pesar del dolor, que era controlable, y la frustración decidí seguir. Al kilómetro 15 un grupo me dio caza, o mejor lote, pues la mayoría de ellos no guardaban más de 2 m. de distancia, a pesar que el día anterior nos habían repetido varias veces, que eran 12 metros de diferencia entre los atletas profesionales. Creo, que la próxima vez deberína hacer la charla en portugués e italiano.
Seguí con ellos guardando la distancia, pero cada vez que lo hacía, alguno me pasaba y se metía en el medio, comportamiento totalmente prohibido, pues se debe rebasar todo el grupo, si no encuentra un espacio mayor a 20 m. En esa dinámica seguí hasta el kilómetro 30, cuando ese instante se presentó: Me desconcentré, los pensamientos negativos me invadieron, baje el ritmo, me quedé del grupo y a los 3 km. paré y regresé montado a la zona de transición, mientras del otro lado, pasaban las categorías y me miraban, fueron 33 km. de sólo vergüenza.
Pero que pensamientos me invadieron?
Es un pequeño instante, que ya lo he tenido, cuando en vez de sufrir otro minuto, decides pedalear más suave o no seguir el ritmo, tu cabeza empieza a decirte que no vale la pena, que es más fácil rendirse, las piernas están llenas de ácido láctico, la frecuencia cardíaca por las nubes y sientes que no tienen fuerzas para empujar los pedales, y en vez de enfocarse en ir por más, te enfocas en el dolor y terminas dándole la razón a esa vocecita en tu cabeza que sólo esta llena de frases negativas.
Pero esta vez no sólo fue perder el lote, había una historia previa, en San Gil ya había experimentado una carrera similar y sabía lo que era sufrir por cuatro horas, para, al final, no obtener ningún reconocimiento, y en Wisconsin, por falta de entrenamiento específico, por la anterior caída, había tenido que caminar gran parte del maratón y se convirtió en una jornada muuuuy larga y dolorosa.
Así que pensar en colocarme en esa situación de nuevo no fue fácil.
A eso se sumaban pensamientos, como: lo hice todo bien en la natación, para tan sólo caerme y perder la oportunidad; ó los demás van haciendo trampa y voy a tener que pedalear sólo, no veo oportunidad montando sólo; o, pues le digo a todos que fue por la caída, tengo la excusa perfecta, etc…
Pero si en cambio, hubiese seguido con mi plan, que era terminar y dar lo mejor para analizar los resultados, sin importar la posición final, porque realmente era un chequeo para Cozumel, hubiera obtenido información importante y la satisfacción del deber cumplido.
En definitiva ese instante de indecisión me costó la carrera, y ese instante se nos presenta no sólo en el triatlón sino en la vida a todos sin excepción, y está en nosotros el ser capaces de tomar la decisión correcta para no lamentarlo y quedar con ese vacío y esa pregunta y “¿que tal si?”
Mil gracias por todos los mensajes de apoyo, me ayudaron a colocar la carrera en perspectiva y enfocarme rápidamente en mi próximo reto. Nos vemos en Cozumel, y estén atentos al próximo blog: tips para el Ironman.
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