Ironman 70.3
Cartagena es sin dudas el triatlón más importante del país, había estado desde
la barrera en tres oportunidades y, siempre, observaba como se vivía una fiesta
para los triatletas y espectadores, esta vez no fue la excepción.
Hace una década
era impensable un evento Ironman en Colombia y eran pocos los eventos en
Latinoamérica para competir, el calendario se reducía a México y Estados Unidos,
por lo que las carreras en el área eran más competitivas.
Esta pequeña
introducción es para agradecer a los organizadores del Ironman 70.3 Cartagena
por traer un evento, de esta talla a Colombia, pero con el mejor ánimo
constructivo quisiera invitarlos a pensar en la importancia de los deportistas profesionales.
Sé que Wilber
Anderson, organizador de Cartagena, cuando producía eventos en Miami y en otros
países, como el MIT y el Ironman 70.3 Miami, le apostaba a que fueran los
mejores a competir en sus eventos, entre ellos campeones mundiales como
Bozzone, Cave, Raelert, Kienle, entre otros. Esto le daba estatus a la carrera,
atraía patrocinadores, espectadores y atletas. Por el otro lado, también
conozco que su socio, Edwin Vargas, fue atleta élite y sabe lo complicado que
es hacer esto como profesión.
Para no ir muy
lejos este año en Cozumel se ganaron la lotería teniendo, nada más y nada menos,
que, al Campeón Olímpico, Christhian Bluemmenfelt, oportunidad que desperdició
Texas, nunca se sabe quién pueda aterrizar en cada evento y Cartagena y
Colombia merecen seguir siendo una gran vitrina.
Desconozco la
razón para no incluir a los profesionales en esta edición, sé que tuvieron un
comienzo difícil en 2016, cuando los líderes se perdieron y los organizadores
debieron asumir su responsabilidad realizando dos premiaciones en efectivo,
para quienes completaron la mayor parte del recorrido de carrera y quienes
hicieron la mitad del recorrido, sin embargo, le siguieron apostando a los
profesionales hasta 2019.
El domingo al
escuchar a David Guete animándome (3ro en 2016 en una de las clasificaciones y
7mo en 2019), no podía parar de pensar que él debería estar corriendo y
aprovechando la gran ventana que es el Ironman para así poder conseguir apoyos
y continuar creciendo y dejando el nombre de Colombia en alto por el mundo.
De la misma
forma otros atletas élites colombianos como Diana Castillo, quién ganó en 2017,
Carlos Quinchará quién ganó el “corto” en 2016, Rodrigo Acevedo 3ero en 2018 o
Alejandro Guzmán que no ha podido debutar como profesional, ya que no hay
eventos en el área para los profesionales o los pocos que habían se cruzaron
con los compromisos de sus Ligas y debieron conformarse con seguir el evento
desde la casa o desde el andén, como David y Rodrigo, mientras que los grupos
por edad nos robábamos los aplausos y en esta nueva era de influencers,
los likes.
No estoy
menospreciando el esfuerzo de los amateurs, su mejoría en los últimos años ha
sido increíble y muchos de ellos han demostrado mayor constancia y mejores
resultados que, incluso, algunos élites nacionales, lo que como Seleccionador
Nacional me preocupa, pero me motiva para alentar a los entrenadores regionales
a trabajar con mayor dedicación y pensar en metas ambiciosas, más allá de
conformarse con cumplir con su instituto departamental de deportes cada cuatro
años en Juegos Nacionales. Bueno, ahora si a la carrera…
De manera
general la preparación entre el Ironman Texas y Cartagena fue buena. Dispuse de
más tiempo para entrenar, los viajes de trabajo me permitieron seguir el plan o
me adapté para poder hacerlo, eso sí, con una que otra locura, como salir del
Aeropuerto de Palmira en una escala hacia Bogotá y correr por la carretera
media maratón, pasarme unas toallitas húmedas y subirme al avión, para estar de
regreso con mis princesas, a la final esta y todas mis locuras, especialmente
en aeropuertos, no resultan un sacrificio o un castigo, prefiero mil veces
correr sin agua, al sol del medio día, que sentarme a esperar en un aeropuerto.
El día de la
carrera llegó sin mayores incidencias, el arranque era rolling start
pero, esta vez, quería salir de primero del agua, así que esperé juicioso los
más de 45 minutos en fila, que gracias a los demás participantes y sus
historias se pasaron rápido. Salté de primero al agua y en el siguiente turno
salieron los nadadores de los relevos, algunos de ellos ex nadadores de
selección Colombia. Mi idea era pegarme cuando me pasaran y así sucedió apenas
a los 100 m., Julio Galofre me alcanzó e inmediatamente fui a sus pies, sin embargo,
la adrenalina me empujó a pasar a su lado y luego a partir, para buscar la
punta en solitario, que pude mantener hasta el final de la natación.
Hice una
transición rápida, quería seguir en punta el mayor tiempo posible, ya no era
una sorpresa querer liderar de principio a fin, tal como había sucedido en el
Nariño Challenge o en el Ironman Texas, esta vez era el plan de carrera. Creo que liderar genera unas ventajas extras:
escuchar al público, las sirenas de las motos y ver el carro líder mantiene la
adrenalina alta, pero, en mi caso, saber que nuevamente Jineth y las niñas
estarían en el kilómetro 3 del ciclismo, aceleraba el corazón y las piernas.
Pasaban los
kilómetros y no me alcanzaba el relevo (que en mi opinión le quita el
protagonismo a la carrera de todos los participantes que lo hacen de manera individual),
hasta que fui alcanzado en el kilómetro 26. De ahí en adelante fui yo con mi
soledad, pues el carro, las motos y los jueces se fueron con él, pero eso no me
quitó la motivación, sabía que esto iba a pasar y ¨lideré¨ más de lo esperado.
Tenía algunos
números en mente: promediar 265 vatios y 155 de pulso. El potenciómetro no bajó
de los 300 vatios, hasta casi la mitad del ciclismo, que en esta ocasión fue
más rápido porque el viento fue leve, todos estos números me sorprendieron,
pues durante la preparación las sensaciones no eran las mejores, en contraste
con la natación y la carrera a pie. Una vez en el retorno revisé la distancia y
marcaba 44.2 km y me dije “bueno esta vez fue más corta”, lo cual no era cierto,
los años anteriores también habían sido 88.4 kilómetros de recorrido de
ciclismo.
De ida promedié
40 km/h., 150 ppm, 282 vatios y 288 de normalizada, de vuelta fue más controlado, pero con la
ayuda del viento y las bajadas registré: 41.3 km./h., 145 ppm, 253 vatios y 262
de normalizada, así que de regreso hacia la T2 la preocupación fue hidratarme
bien, terminar la comida e intentar consumir entre 350 y 400 calorías por hora,
para probar si era capaz de aumentar esa ingesta, como ejercicio para futuros
eventos.
Entré a la
transición y sentí ganas de orinar, lo que de cara al clima que se avecinaba, me
mostró que había cumplido con la tarea de hidratarme mucho mejor que en otras
ocasiones. No quería parar en el baño y mucho menos mojar los tenis, ya lo he
hecho antes y no es buena idea, especialmente cuando toca empacar, así que
corrí un poco más lento con la bicicleta en la mano mientras orinaba y en la
transición me eché agua encima, esta vez fui muy divo, jajaja.
Salí a correr y
lo primero que pregunté fue la diferencia con quienes venían atrás, pero nadie
la sabía, el tracking de la aplicación estaba fallando, pero por mi tiempo acumulado,
asumí que debía tener buena ventaja.
Corriendo me
sentía como en los bricks que había entrenado, muy fuerte. Estaba
compitiendo por primera vez con tenis con suela de carbono y sentía como me
ayudaban a despegar rápido del piso, lo que no sabía, pues sólo los había usado
unas cuantas veces en Bogotá, era lo inestables que iban a ser en las curvas y
la superficie de ladrillo y adoquines.
Así seguí
corriendo, sin embargo, uno de los miedos previo a la competencia era perderme
en el segmento de carrera pie, lo había vivido como entrenador de Quinchará y
Guete en 2016 y nuevamente con Guete en 2018, por lo que los días previos
revisé el mapa una y otra vez, intentando memorizar cada curva, afortunadamente,
desde que salí a correr tuve una bicicleta guía, quién además de señalarme el
camino, corregía a los espectadores y les avisaba que no iba de segundo, sino
de primero en la individual, lo que me daba cierta alegría y risa, al mismo
tiempo.
En el kilómetro
5 me crucé con Juan Aristizábal, quien me dijo que la diferencia era 7 minutos,
que de vuelta aumentaría a 8, tiempo tomado manualmente y que no tenía en
cuenta que yo había arrancado antes, pero que era suficiente para darme calma y
seguir pensando en correr a un buen paso, pero sin estrés, pues sabía que tenía
el tanque para aguantar.
La primera
vuelta se pasó rápido y la segunda realmente la disfruté, traté de sonreír a
todo aquel que me hacía barra, de animar si me salía la voz y de mantener un
buen paso para bajar de las 4 horas, pues por intentar hacer más, terminé
bloqueando el reloj y no sabía el tiempo total, sino sólo el de carrera a pie.
A los 16 kilómetros me dijeron que tenía unos 10 minutos de ventaja y, de allí
a la meta, lo disfruté aún más, porque sabía que nuevamente me iba a encontrar
con mi familia en meta e iba a tener tiempo de darles un beso y, emocionado, lo
hice, las besé y crucé la meta con la satisfacción de haberlo dado todo.
Después de la
carrera mis amigos cercanos me molestaban porque les dije que no me sentía del
todo conforme corriendo con atletas que tenían trabajo, hijos y no tenían todos
los kilómetros que yo me había metido desde niño, pero no era de sobrador, ni
más ni menos, es mi naturaleza competitiva: realista, exigente, de darme duro,
a la final Jineth en su sabiduría me dijo: “claro que se te ve fácil, pero no
era para nada fácil pararse a las 4 am, rendir en el trabajo, seguirle la
cuerda a dos niñas pequeñas, cumplir con las cosas de casa y, además, sacar
adelante todo el entrenamiento, disfrútalo, porque todo lo difícil lo hiciste
antes de pararte en la línea de salida.”
Esto sólo para
decirles que, si hacen esto por salud, por amor al deporte, por hobby, el
puesto debe ser secundario, porque el único rival a vencer es usted mismo. El
rival es la persona en el espejo, la que madruga y hace peripecias con su
tiempo para cumplir con sus metas, al mismo tiempo que saca adelante todas las
obligaciones de la vida real. No se
pueden sentir menos porque les gana alguien, un conocido, amigo o compañero de
entrenamiento y, mucho menos deben compararse con otros que han tenido otras oportunidades,
que conocen este deporte desde hace mucho o con atletas que, a pesar, de
llamarse amateur, tienen la oportunidad de entrenar en cualquier momento del
día, sin tener que cumplir un horario de oficina, que viven del triatlón y que
su trabajo es entrenar, comer, recuperarse y trabajar en sus redes.
Felicidades a
todos los que se pararon en la línea de salida del Ironman 70.3 Cartagena, la
recompensa está en la tranquilidad de sus corazones. Haber llegado ahí fue un gran reto y terminar
la competencia, sin importar el resultado, todo un privilegio.
Ahora sí que
vengan los buñuelos y la natilla!
Por último y para
culminar quisiera invitar a los organizadores a proponernos dos tareas en aras
de que este evento y el triatlón en Colombia sigan creciendo:
1.
Abrir las puertas a los deportistas
profesionales o élites, pues necesitamos una Mariana Pajón o un Nairo Quintana
del triatlón, para que este deporte realmente despegue hacia el alto
rendimiento en Colombia.
2.
Invitar a las marcas y patrocinadores a apoyar
no sólo a quien tenga más seguidores en Instagram, sino a quienes demuestren
resultados en los procesos de desarrollo y rendimiento, a la final el
aficionado termina creyendo en quien rinde y da resultados, aun cuando compre e
invierta en su propio material, que en quien promociona un producto, sólo
porque recibe un incentivo por hacerlo.
Me pongo a
disposición para aportar mi experiencia en beneficio del deporte que amo.