martes, 14 de junio de 2022

NARIÑO CHALLENGE 2022: EL BICHO QUE PICA DURO



Ella gira, estira la mano y aún siente el calor de su cuerpo en las sabanas, revisa la hora en el celular, levanta la cabeza para escuchar si ya está montado o, si apenas ha terminado de tomarse el primer café.

Mientras tanto él intenta, no hacer ruido, iniciar lo antes posible a pedalear, para alcanzar a despedirse de su primera princesa y, no dejarle a ella, toda la responsabilidad de alistar a la segunda chiquita, así transcurren muchas mañanas desde que, a él, le pico el bicho de regresar al triatlón.

No es un sacrificio, es una rutina, estamos claros, sería mas sabroso, que ella estirara la mano y él estuviera allí, para darle un abrazo antes de iniciar la jornada diaria, tal como sucede en muchos hogares, por eso él constantemente le recuerda que después de Kona las cosas serán a otro precio, las prioridades cambiaran y aunque ella quiere creerlo con todas sus fuerzas sabe y en el fondo reconoce que ese bicho, pica duro.

Como contar una novela, así ha sido el retorno a la competencia, con la alegría inmensa de hacer el trabajo y obtener los resultados, tal como sucedió en Nariño, el pasado domingo, repetir no era tarea fácil, a pesar que sabía que había cumplido con la tarea y que los números respaldaban ese objetivo.

El día previo fue distinto, se activó el modo carrera cuando Sergio, Juan Carlos y Manuel, saltaron al agua y salieron a dejarlo todo en Los Mortales y; la adrenalina comenzó a fluir en la noche con el sorteo de los carriles, donde quedé con Andrés Montoya, quién consideraba el mejor nadador del evento y, al cual, tenía como referente a vencer en el agua, tarea nada fácil, ahora que íbamos en el mismo carril.

El domingo, a diferencia del sábado y del año pasado, el día arrancó temprano, sin aplazamientos por mal tiempo, desayuno, subir bicicletas al carro y a la zona de competencia a seguir la rutina, una vez finalizado el calentamiento busqué a Andrés (Totoy) y le pregunté sobre la estrategia que tenía para los 1.900 metros, era más inteligente turnarnos la punta, que tratar de competir entre ambos, a lo que Totoy, como le dicen sus amigos, estuvo de acuerdo.

Así, el plan era rotarnos cada 300 m. pero apenas nos lanzamos y vi que yo ya llevaba 10 brazadas y el seguía ondulando debajo del agua, pensé, ojalá no lo frene cuando sea mi turno; cada giro era un estirón, su técnica es impecable, y la mía, bueno si me vieron nadar, sabrán que de estética poco. A los 350 m. Totoy me dio el cambio y, así, rotamos casi hasta los 1500 m. cuando me di cuenta que tenía una luz, que él estaba dejando unos metros en cada piscina, apreté un poco, realmente quería salir de primero y pude hacerlo con escasos 10 segundos, mejorando por 30, el registro del año pasado.

En la transición alcancé a escuchar que Eduardo Londoño había salido unos 30 segundos atrás y comenzó la calculadora mental a funcionar, pensando que era difícil que me alcanzara, sin embargo sobre el kilómetro 15 al mirar hacia atrás me pareció verlo, al principio creí que había visto mal, porque la distancia era de unos 50 m. y no podía detallar, no sabía si era Eduardo o alguien más, inmediatamente intenté preguntarle a los conductores de los carros y motos de la organización que pasaban o que estaban parqueados a lo largo de la vía, pero no me respondían.

Ya en el kilómetro 30, aproximadamente, pude confirmar que, efectivamente, era Eduardo, y el dialogo o mejor batalla mental comenzó, pensé que no llevaba un buen ritmo, ya que en marzo habíamos hecho el TT Challenge juntos, y con Alejandro Guzmán tuvimos que esperarlo en algunos tramos, pero no me desesperé porque por pulso y potencia iban acordes al plan.

Tener a Eduardo atrás me puso feliz como entrenador y como amigo, Edu comenzó las prácticas profesionales en Alkosto a principios de año, suspendió por un tiempo el entrenamiento y por pura presión de grupo a partir del TT Challenge comenzó a entrenar, con un plan que se ajustó a su disponibilidad de tiempo por su nuevo trabajo, con la mitad del volumen que hacía cuando entrenaba tiempo completo, pero cada minuto lo aprovecho al máximo y lo motivo a no dejar su pasión.

Volviendo a la carrera, llegando al peaje, a la mitad del ciclismo, Juan Aristizábal, estaba dando parciales y me dio un susto cuando le escuché: “Eduardo está a 30 m. y los demás vienen ahí cerca, a un minuto”, dije: este año hay candela y va tocar sufrir si quiero repetir.

Hice el retorno, luego Eduardo y ya a punto de alcanzarnos, Alejandro Guzmán. Ese giro está al final de una bajada, al kilómetro 51, así que comencé a subir a buen ritmo, para coronar delante de Alejandro o con él a la vista y al ¨coronar¨, por primera vez, ya no era el líder.

Decidí no dejarlo ir, mantenerlo a los 12 m. reglamentarios, y ver hasta donde aguantaba, la frecuencia cardíaca se subió unas 5 pulsaciones y las piernas se apretaron, continué con el plan de alimentación e hidratación, mientras ahuyentaba los pensamientos negativos y eliminaba los escenarios en los que perdía, dándome ánimo. En el regreso el viento estuvo más fuerte y llegando a Nariño, pase adelante, quería ayudar y no esconderme, si me reventaba, me reventaba, pero quería ganar poniéndole la cara al viento. Esa última parte fue eterna, el promedio se caía rápidamente y zona de transición, en la báscula, no se veía a la distancia.

Finalmente pie a tierra y Alejo a pocos segundos detrás, los dos hicimos una transición rápida y salimos como si el primer giro fuera la meta. Siempre les he dicho, el primer kilometro sale solo, no lo empujen, pero fui el primero en romper esa regla, al pasar por ese primer parcial, con salto de sardinel incluido, pasamos a 3:18, cuando el plan era pasar por rápido en 3:40 el primer kilómetro, así que trate de bajar las revoluciones y reorganizar la cabeza (luego de revisar en casa el archivo de carrera me di cuenta que el GPS marcó mal el primer kilómetro y el paso real fue rápido, pero cercano al plan: 3:38/km.).

Sabía que Alejo no había podido correr sino hasta la última semana, por una periostitis, así que el fondo debería jugar a mi favor, pero no podía relajarme, porque Ernesto Espinoza, uno de los mejores atletas de larga distancia de Costa Rica y Sebastián Mahecha, no venían muy lejos, por el tiempo que había tomado en la T2.

Antes de llegar al primer retorno, kilómetro 2.5, empecé a ver como Alejo se quedaba, lo animé de vuelta y calculé que le llevaba un poco más de 2 minutos a Ernesto, que venía corriendo fuertísimo, así que el plan era no bajar el ritmo y continuar presionando hasta que perdieran la esperanza.

Al pasar de nuevo por la báscula, Martina, mi hija mayor, estaba repartiendo agua, no le recibí a nadie bolsas y solo fui por el vaso ¨medio lleno¨ que atesoraba en sus manos, vi el orgullo en sus ojos de ver a su papá liderando y me dije: “hasta el final que esto no se puede perder”.

Al dar el giro, debajo del puente, en el kilometro 8, tome el parcial hasta que me encontré a Alejandro y luego a Ernesto, sus caras y cuerpos denotaban el esfuerzo y me dije: “esto es mío, ahora a mejorar el tiempo del año pasado, no hacer nada loco, comer e hidratar” y así lo hice, trate de no bajar el ritmo, disfrutar del público y la carrera, animar a los pupilos y demás competidores e imaginarme la felicidad de mis hijas y de Jineth al cruzar la meta.

En la meta me esperaba Martina con la gorra de Tempo, toda una manager, y Macarena vencida por el cansancio y el calor, dormía en los brazos de mamá. Las besé, alce a Martina y celebré, no solo por mí, sino por ellas, por mis pupilos y por cumplir con el objetivo de ganar y mejorar en las tres disciplinas.

Estaba muy contento con el resultado de los pupilos, en especial por Cristina, a quien había visto batallar por años y, ahora, de la mano de Alejo, la veo como una mujer más fuerte, que por poco se lleva el título, en su primer 70.3, con bici prestada y en condiciones de calor, que siempre ha sido su talón de Aquiles. Igualmente estaba feliz de ver a Edu, disfrutando, a pesar de la dureza de la prueba, por David Sarmiento, un poco más maduro y comprometido, por Francisco, que, finalmente, pudo hacer Nariño, por Alejo, que, a pesar de la lesión, nunca se excuso en ella y fue por ese primer lugar sin miedo y, por supuesto, por Los Mortales: Sergio, Manuel y Juan Carlos, que, con trabajo, obligaciones y, algunos con hijos, superaron sus propias expectativas.

A Juan, Sergio, Naty, Lorenzo y todos los organizadores y voluntarios del Nariño, GRACIAS, saben lo mucho que aprecio esta carrera y lo agradecido que estoy por la oportunidad de correr que han dado, este año, a los profesionales y reconozco el gran trabajo que vienen haciendo, para que tanto los atletas amateurs como los profesionales de Colombia, que les gusta la larga distancia, tengan la oportunidad de competir en su país y tener una vitrina para darse a conocer a patrocinadores, seguidores y atletas.

Agradecer a Zaira y Laura de Nova Sport que, en una semana, después del duatlón de Rude Series, me tenían corriendo de nuevo y a Jean Piere que con Enervit, me han dado la oportunidad de entrenar la nutrición, de experimentar y poner a prueba los productos, para tener plena confianza que en la carrera no voy a tener problemas estomacales y mucho menos de energía.

En una semana viajaré a Ecuador a dirigir un campamento de entrenamiento y capacitación en Guayaquil y luego competiré en Manta, con lo cual daré inicio al bloque de volumen de cara al gran objetivo del año: Kona.

¡Felicidades a todos los Survivor!