Ella gira, estira la mano y aún siente el calor
de su cuerpo en las sabanas, revisa la hora en el celular, levanta la cabeza
para escuchar si ya está montado o, si apenas ha terminado de tomarse el primer
café.
Mientras tanto él intenta, no hacer ruido,
iniciar lo antes posible a pedalear, para alcanzar a despedirse de su primera
princesa y, no dejarle a ella, toda la responsabilidad de alistar a la segunda
chiquita, así transcurren muchas mañanas desde que, a él, le pico el bicho de
regresar al triatlón.
No es un sacrificio, es una rutina, estamos
claros, sería mas sabroso, que ella estirara la mano y él estuviera allí, para
darle un abrazo antes de iniciar la jornada diaria, tal como sucede en muchos
hogares, por eso él constantemente le recuerda que después de Kona las cosas
serán a otro precio, las prioridades cambiaran y aunque ella quiere creerlo con
todas sus fuerzas sabe y en el fondo reconoce que ese bicho, pica duro.
Como contar una novela, así ha sido el retorno
a la competencia, con la alegría inmensa de hacer el trabajo y obtener los
resultados, tal como sucedió en Nariño, el pasado domingo, repetir no era tarea
fácil, a pesar que sabía que había cumplido con la tarea y que los números
respaldaban ese objetivo.
El día previo fue distinto, se activó el modo
carrera cuando Sergio, Juan Carlos y Manuel, saltaron al agua y salieron a dejarlo
todo en Los Mortales y; la adrenalina comenzó a fluir en la noche con el
sorteo de los carriles, donde quedé con Andrés Montoya, quién consideraba el
mejor nadador del evento y, al cual, tenía como referente a vencer en el agua,
tarea nada fácil, ahora que íbamos en el mismo carril.
El domingo, a diferencia del sábado y del año
pasado, el día arrancó temprano, sin aplazamientos por mal tiempo, desayuno,
subir bicicletas al carro y a la zona de competencia a seguir la rutina, una
vez finalizado el calentamiento busqué a Andrés (Totoy) y le pregunté sobre la
estrategia que tenía para los 1.900 metros, era más inteligente turnarnos la
punta, que tratar de competir entre ambos, a lo que Totoy, como le dicen sus
amigos, estuvo de acuerdo.
Así, el plan era rotarnos cada 300 m. pero
apenas nos lanzamos y vi que yo ya llevaba 10 brazadas y el seguía ondulando
debajo del agua, pensé, ojalá no lo frene cuando sea mi turno; cada giro era un
estirón, su técnica es impecable, y la mía, bueno si me vieron nadar, sabrán
que de estética poco. A los 350 m. Totoy me dio el cambio y, así, rotamos casi
hasta los 1500 m. cuando me di cuenta que tenía una luz, que él estaba dejando
unos metros en cada piscina, apreté un poco, realmente quería salir de primero
y pude hacerlo con escasos 10 segundos, mejorando por 30, el registro del año
pasado.
En la transición alcancé a escuchar que Eduardo
Londoño había salido unos 30 segundos atrás y comenzó la calculadora mental a
funcionar, pensando que era difícil que me alcanzara, sin embargo sobre el
kilómetro 15 al mirar hacia atrás me pareció verlo, al principio creí que había
visto mal, porque la distancia era de unos 50 m. y no podía detallar, no sabía
si era Eduardo o alguien más, inmediatamente intenté preguntarle a los conductores
de los carros y motos de la organización que pasaban o que estaban parqueados a
lo largo de la vía, pero no me respondían.
Ya en el kilómetro 30, aproximadamente, pude
confirmar que, efectivamente, era Eduardo, y el dialogo o mejor batalla mental comenzó,
pensé que no llevaba un buen ritmo, ya que en marzo habíamos hecho el TT
Challenge juntos, y con Alejandro Guzmán tuvimos que esperarlo en algunos
tramos, pero no me desesperé porque por pulso y potencia iban acordes al plan.
Tener a Eduardo atrás me puso feliz como
entrenador y como amigo, Edu comenzó las prácticas profesionales en Alkosto a
principios de año, suspendió por un tiempo el entrenamiento y por pura presión
de grupo a partir del TT Challenge comenzó a entrenar, con un plan que se ajustó
a su disponibilidad de tiempo por su nuevo trabajo, con la mitad del volumen
que hacía cuando entrenaba tiempo completo, pero cada minuto lo aprovecho al
máximo y lo motivo a no dejar su pasión.
Volviendo a la carrera, llegando al peaje, a la
mitad del ciclismo, Juan Aristizábal, estaba dando parciales y me dio un susto
cuando le escuché: “Eduardo está a 30 m. y los demás vienen ahí cerca, a un
minuto”, dije: este año hay candela y va tocar sufrir si quiero repetir.
Hice el retorno, luego Eduardo y ya a punto de
alcanzarnos, Alejandro Guzmán. Ese giro está al final de una bajada, al
kilómetro 51, así que comencé a subir a buen ritmo, para coronar delante de
Alejandro o con él a la vista y al ¨coronar¨, por primera vez, ya no era el
líder.
Decidí no dejarlo ir, mantenerlo a los 12 m.
reglamentarios, y ver hasta donde aguantaba, la frecuencia cardíaca se subió
unas 5 pulsaciones y las piernas se apretaron, continué con el plan de
alimentación e hidratación, mientras ahuyentaba los pensamientos negativos y
eliminaba los escenarios en los que perdía, dándome ánimo. En el regreso el
viento estuvo más fuerte y llegando a Nariño, pase adelante, quería ayudar y no
esconderme, si me reventaba, me reventaba, pero quería ganar poniéndole la cara
al viento. Esa última parte fue eterna, el promedio se caía rápidamente y zona
de transición, en la báscula, no se veía a la distancia.
Finalmente pie a tierra y Alejo a pocos
segundos detrás, los dos hicimos una transición rápida y salimos como si el
primer giro fuera la meta. Siempre les he dicho, el primer kilometro sale solo,
no lo empujen, pero fui el primero en romper esa regla, al pasar por ese primer
parcial, con salto de sardinel incluido, pasamos a 3:18, cuando el plan era
pasar por rápido en 3:40 el primer kilómetro, así que trate de bajar las
revoluciones y reorganizar la cabeza (luego de revisar en casa el archivo de
carrera me di cuenta que el GPS marcó mal el primer kilómetro y el paso real
fue rápido, pero cercano al plan: 3:38/km.).
Sabía que Alejo no había podido correr sino
hasta la última semana, por una periostitis, así que el fondo debería jugar a
mi favor, pero no podía relajarme, porque Ernesto Espinoza, uno de los mejores
atletas de larga distancia de Costa Rica y Sebastián Mahecha, no venían muy
lejos, por el tiempo que había tomado en la T2.
Antes de llegar al primer retorno, kilómetro
2.5, empecé a ver como Alejo se quedaba, lo animé de vuelta y calculé que le
llevaba un poco más de 2 minutos a Ernesto, que venía corriendo fuertísimo, así
que el plan era no bajar el ritmo y continuar presionando hasta que perdieran
la esperanza.
Al pasar de nuevo por la báscula, Martina, mi
hija mayor, estaba repartiendo agua, no le recibí a nadie bolsas y solo fui por
el vaso ¨medio lleno¨ que atesoraba en sus manos, vi el orgullo en sus ojos de
ver a su papá liderando y me dije: “hasta el final que esto no se puede perder”.
Al dar el giro, debajo del puente, en el
kilometro 8, tome el parcial hasta que me encontré a Alejandro y luego a
Ernesto, sus caras y cuerpos denotaban el esfuerzo y me dije: “esto es mío,
ahora a mejorar el tiempo del año pasado, no hacer nada loco, comer e hidratar”
y así lo hice, trate de no bajar el ritmo, disfrutar del público y la carrera,
animar a los pupilos y demás competidores e imaginarme la felicidad de mis
hijas y de Jineth al cruzar la meta.
En la meta me esperaba Martina con la gorra de
Tempo, toda una manager, y Macarena vencida por el cansancio y el calor, dormía
en los brazos de mamá. Las besé, alce a Martina y celebré, no solo por mí, sino
por ellas, por mis pupilos y por cumplir con el objetivo de ganar y mejorar en
las tres disciplinas.
Estaba muy contento con el resultado de los
pupilos, en especial por Cristina, a quien había visto batallar por años y,
ahora, de la mano de Alejo, la veo como una mujer más fuerte, que por poco se
lleva el título, en su primer 70.3, con bici prestada y en condiciones de
calor, que siempre ha sido su talón de Aquiles. Igualmente estaba feliz de ver
a Edu, disfrutando, a pesar de la dureza de la prueba, por David Sarmiento, un
poco más maduro y comprometido, por Francisco, que, finalmente, pudo hacer
Nariño, por Alejo, que, a pesar de la lesión, nunca se excuso en ella y fue por
ese primer lugar sin miedo y, por supuesto, por Los Mortales: Sergio,
Manuel y Juan Carlos, que, con trabajo, obligaciones y, algunos con hijos,
superaron sus propias expectativas.
A Juan, Sergio, Naty, Lorenzo y todos los
organizadores y voluntarios del Nariño, GRACIAS, saben lo mucho que aprecio
esta carrera y lo agradecido que estoy por la oportunidad de correr que han
dado, este año, a los profesionales y reconozco el gran trabajo que vienen haciendo,
para que tanto los atletas amateurs como los profesionales de Colombia, que les
gusta la larga distancia, tengan la oportunidad de competir en su país y tener
una vitrina para darse a conocer a patrocinadores, seguidores y atletas.
Agradecer a Zaira y Laura de Nova Sport que, en
una semana, después del duatlón de Rude Series, me tenían corriendo de nuevo y
a Jean Piere que con Enervit, me han dado la oportunidad de entrenar la
nutrición, de experimentar y poner a prueba los productos, para tener plena
confianza que en la carrera no voy a tener problemas estomacales y mucho menos de
energía.
En una semana viajaré a Ecuador a dirigir un
campamento de entrenamiento y capacitación en Guayaquil y luego competiré en Manta,
con lo cual daré inicio al bloque de volumen de cara al gran objetivo del año:
Kona.
¡Felicidades a todos los Survivor!