Ya en varias publicaciones he comentado que
Kona siempre fue mi sueño, hoy, vengo a contarles como fue vivir este sueño y
haber podido cerrar un ciclo que estaba inconcluso.
Para recapitular un poco, desde niño, mi sueño
era ser uno de los locos que aparecían en la revista Triathlete, hombres
en speedo y mujeres en bikini de colores neón, montados en bicis
futuristas con Scott. Soñaba y hacia cuentas del tiempo que debería
hacer para salir adelante en el agua, mi deporte favorito y lo más cercano a
volar.
Eran los años 90´s y el Ironman era un deporte
gringo que estaba despertando gran interés en Europa y Australia, que a la
postre los desbancarían, mientras en Colombia el triatlón estaba en boga, había
equipos profesionales y equipos de niños, tanto así que entre 1995 y 1999, asistimos
cerca de 50 niños y jóvenes a representar a Colombia, en cada uno de los campeonatos
panamericanos, la mayoría de nosotros con el apoyo del bolsillo de los papás y uno
que otro patrocinador.
En aquella época la meta era el Ironman, los
eventos de la ITU, hoy World Triathlon, no tenían mayor difusión, esto sólo
sucedió hasta el año 2000, cuando el triatlón se convirtió en deporte Olímpico,
sin embargo, lo que siempre me cautivó fue
la larga distancia y al estrellarme con la falta de criterios de selección para
eventos internacionales por parte de la Federación, decidí que el camino se construía
solo, pasando en 2006, a la larga distancia, con el objetivo de convertirme en
profesional.
De 2009 a 2014 fui triatleta profesional, en
2012 conseguí un contrato con el Team TBB, posteriormente TriCozumel, a cargo
del legendario entrenador Brett Sutton y creyendo que tenía toda una vida
deportiva por delante, no puse tanta atención a la clasificación a Kona, sino a
entrenar y correr eventos 70.3, que me venían mejor, hasta que un buen día, el
cuerpo dijo no más (si quieren leer sobre mi retiro https://andrescastillolatorre.blogspot.com/2015/08/cerrando-un-capitulo.html) ni siquiera termine mi último Ironman de
Cozumel en 2014, todo se apagó, el sueño se esfumó y creí que nunca conocería
Kona, como competidor.
Por eso el poder volver a entrenar
estructuradamente en 2020, clasificar a Hawái en 2021 y viajar con mi familia a
Kona hace un par de semanas fue cerrar un capítulo y cumplir un sueño que,
aunque no fue en la categoría profesional, fue construir casi de cero tal vez
mi mejor forma física (dadas las circunstancias), ajustar las tuercas mentales
y llegar a la gran cita, mi primer mundial Ironman, con todo lo que estuvo a mi
alcance para celebrar, como me gusta, mis 40 años.
Me he tomado una pausa para escribir este blog,
como queriendo que el sueño no se acabe, sin embargo y aprovechando ese tiempo,
he tenido la oportunidad de escuchar y leer las impresiones de profesionales y
amateurs sobre lo acontecido este año, de comparar resultados previos y de
concluir, lo obvio: fue un Kona rápido para los profesionales -mejor
tecnología, preparación y apoyo económico (patrocinadores y PTO), sin embargo,
en el caso de las categorías la carrera no fue tan rápida, pero si mucho más
reñida; si se comparan los atletas individualmente y los tiempos de los
ganadores, los márgenes entre posiciones fueron segundos, esto posiblemente por
dos razones: primera, algunos atletas en el pódium, que estaban por fuera de
esta opción, se vieron beneficiados de la salida por olas, si no se es buen
nadador, los líderes de la categoría superior o siguiente, te alcanzarían en
ciclismo y, segunda, podría ser el efecto post pandemia, donde el mundo cambio
y muchos se movieron al trabajo remoto, que se ha traducido en más tiempo para
entrenar.
Sin querer darle más preámbulos a esta historia,
quienes siguen mis publicaciones en redes saben que, los primeros días me ¨entretuve¨
arreglando el manubrio, que se rompió en el vuelo de Bogotá a Kona y por el
cual American Airlines ya me notifico que no va a responder. Este percance me
alejó un poco del show: la cena de bienvenida, la carrera de ropa interior (de
lo que se perdieron) y el desfile de naciones, pero lo compensé con descanso y
tiempo en familia.
El día de carrera inició muy temprano, estaba a
unos 50 km del epicentro de la carrera, incluyendo el lugar de salida, esto en
razón a que al momento de organizar la logística las niñas debían tener un
lugar cómodo, adicional a los altos costos de un alojamiento en Kailua, el
lugar donde inicia la carrera. Me levanté a las 3:30 am, comí un poco, corrí 10
minutos para bajar el desayuno y, a las 4:30 am, salimos hacía la zona de
transición, una vez allí todo transcurrió en relativa calma y como mi ola
(turno de salida) era la 4ta, tenía tiempo suficiente para ajustar los últimos
detalles.
Los profesionales salieron a las 6:20 am,
seguidos de la categoría 35-39 años a los 15 minutos, luego la categoría 30-34
y, posteriormente, mi ola, 40-44 años, a las 7:05 am. El proceso era esperar en
un corral y, tan sólo, faltando 8 minutos para la largada, podíamos entrar al
agua, dirigirnos a la salida, una línea imaginaría custodiada por surfistas, podrán
imaginar la adrenalina y tensión que se respira en ese momento, todos
amontonados y queriendo pasar adelante, cada uno cuidando su lugar, hasta que
comienza la cuenta regresiva y toda esa energía reprimida explota con el
cañonazo de salida.
Saque mi experiencia en eventos ITU, nade a
tope los primeros 100 m. y pude salir de esa lavadora de brazos y piernas
rápidamente, me ubiqué adelante y, por mi lado derecho, un italiano comenzó a
tomar ventaja, así que fui a sus pies, mientras veia cómo se iban quedando los
demás y a los 400 m. ya era segundo, con un grupo numeroso a mis pies.
Miraba cada tanto para atrás y el grupo no se
separaba, primera decisión de carrera, hacer un hueco e ir adelante a jalar, la estrategia funcionó, ahora iba liderando
mi grupo de edad, sin embargo me mantenía con un pensamiento recurrente: esta
carrera no se gana en la natación, debía ser conservador y no quemar los
cartuchos antes de tiempo, así que, llegando al retorno de natación, dejé pasar
al italiano y me fui a sus pies, sintiéndome suficientemente cómodo, a los 500
m., volví a tomar la punta y comenzamos a pasar cantidad de atletas de la ola
anterior. Estos sobrepasos no fueron traumáticos, principalmente porque íbamos pegados
a las boyas, mientras la mayoría de gente optó por ir abierto, sólo un par de
personas se atravesaron y con el convencimiento de ser conservador, nuevamente dejé
la punta, más adelante quise pasar de nuevo, pero al abrirme sentí que tendría
que meter otro cambio y la renta no sería mucha, así que, aunque quería ser el
mejor nadador de las categorías, no era inteligente pasar a jalar.
En los últimos metros de la natación llegando
al Pier, la cantidad de gente era impresionante y, resultaba más complicado
pasar, por suerte me pude mantener por fuera de los golpes, pasar por un lado
el trancón que se hacía en las escaleras y salir en primer lugar (de mi
categoría) de la transición.
Ya montado en la bici comencé a pasar más
gente, con la dificultad que suponía adelantarlos en las estrechas calles de
Kailua, unos 12 km. antes de salir a la autopista, Queen Ka’, donde Sonia (más
conocida como la negrita), mi cuñada, me confirmó que iba liderando y era top 5
de la general, de ahí en adelante fue un trabajo constante para estar en la
distancia reglamentaria.
Junto a 5 competidores íbamos rebasando,
dejando la distancia reglamentaria, pero a quienes pasábamos se metían en el
medio, no les era suficiente seguir el tren, por lo que me era necesario
acelerar y pasar hasta la punta para no entrar en los 10 m. del atleta en
frente, este cambio de ritmo causaba una merma del paso y multiplica el
esfuerzo físico y mental.
Mi estrategia hasta iniciar la “subida” de Hawi
era sobrepasar en las subidas la mayor cantidad de ciclistas y, cuando me
encontraba con un grupo que no se dejaba pasar o se metía en el medio, frenarme
un poco, dejarlos pasar y volverlos a sobrepasar en la subida, manteniéndome
acoplado todo el tiempo, para disminuir la resistencia y por consejo de Andrés
Torres, a quién le había manifestado mi preocupación por el sobrepaso y quedar
en medio de una situación de drafting, que pudiese valerme una sanción, su
consejo: “mantenga la distancia y si se le meten no se desacople, pues si viene
un juez y ve que va cogido de arriba, va pensar que usted va haciendo drafting”.
Hawi es una subida o falso plano al 2-3% que va
del kilómetro 84 al 93, el cual se puede hacer acoplado y en donde normalmente
se rompen los lotes. Esta subida la hice a unos 260 vatios constantes, unos 10
vatios más del promedio que traía, acoplado y pasando gente, lo que me dió
posibilidad de estar más tranquilo con mi estrategia de rodar limpiamente. Ya
al coronar, me di cuenta que había descontado unos 4 minutos a la primera ola,
así que posiblemente podía ser el líder de las categorías o estar muy cerca de
ello, pues no podía referenciar sino a la primera ola (35-39 años).
De regreso, parada rápida en los special
needs: tomé la caramañola de Isocarb y continué con mi alimentación,
mayoritariamente liquida y que consistía en 90 g. de carbohidratos por hora y, aproximadamente,
un litro de líquido. En ese punto solo iba, de quienes comenzaron el ciclismo
conmigo, un polaco, a quién pase rápidamente en la bajada, al ver unas gotas
sospechosas que brotaban de su sillín.
En el regreso la cantidad de ciclistas se
redujo notablemente, alcance al último grupo en una subida a los 128 km. y me
mantuve a la distancia con un par de ciclistas, hasta que faltando 40 km. comenzaron
a aparecer los jueces, no los había visto en todo el recorrido, repartiendo
sanciones a varios de los que iba alcanzando.
Luego de eso de nuevo solo, hasta que un grupo de 5, a su respectiva distancia, me
pasó a muy buen paso, estuve con ellos hasta el km. 160, cuando en una bajada
perdí la referencia y quedé, nuevamente, solo, creo que en esos últimos 20 km.
fue donde perdí tiempo, debido a que rodé prudentemente, sintiendo que me había
excedido en algunas subidas; finalmente, entrando a Kailua me pasó otro grupo y
antes de llegar a la transición, volví a escuchar a Sonia, que me gritaba 7mo,
en ese momento no entendía si era de la general o de mi categoría, así llegue a
la zona de transición y era hora de saber que tal estaban las piernas.
Apenas me desmonte supe que tenía piernas, me
cambie rápidamente, tome los geles y el cinturón que tenía una botella con líquido,
previendo lo que sería correr con menos estaciones de hidratación (en razón a
la falta de voluntarios las estaciones de abastecimiento las habían movido, ya
no eran cada milla, sino cada dos millas) lo que pondría al cuerpo al límite,
en un recorrido sin sombra, ondulado, húmedo y a más de 32°C.
Estaba ansioso por correr, sabía que era donde
se definía todo, pero intenté mantenerme en control para apegarme al plan de
carrera. A los 2 km. veo a mi esposa, quien, nuevamente me grita 7mo, a lo que
respondo ¿de la general? y me responde: de tu categoría, pero todos están a dos
minutos a excepción del primero, inmediatamente, a tranquilizar la cabeza, pues
esperaba estar más adelante, según cuentas previas y, otra vez, apegarme al
plan, sabía que, si mantenía el ritmo, los iba a cazar.
A los 11.5 km. se sube Palani, me sentía fuerte
y volví a recibir noticias, ahora iba 5to, volvía el alma al cuerpo, el plan
iba dando resultado. Seguían un par de repechos, hasta que se llega a un falso
plano eterno, donde la mejor estrategia es no mirar el reloj, coger todo lo que
se pueda en las estaciones, rellenar el tarro de lo que sea y apretar dientes.
Ese falso plano termina al entrar en el temido Energy Lab, que es el
segmento más caliente de la carrera, primero se baja, luego se corre paralelo a
la playa, en un calor infernal y se hace el retorno, para luego subir, todo eso
con estaciones de abastecimiento muy separadas, en las cuales escaseaba el
hielo y las bebidas frías, tocaba rebuscar entre las mesas y canecas, para
conseguir algo frío.
Había escuchado que al salir del Energy Lab,
era la parte en la que se ganaba o se perdía la carrera, en mis cuentas iba 5to
o 6to, pues me parecía que había alcanzado uno de mi categoría, pero me había
pasado Sergio Marqués, un ex profesional portugués con quién había competido,
hace unos 12 años. Esperaba encontrarme de nuevo con Sonia para que me diera parciales,
pero ya no estaba (ella iba y volvía en bici, luego supe que le había dado un
golpe de calor y no pudo esperar más) y al no encontrarla, simplemente, trataba
de descolgarme en el falso plano, pero las piernas ya no bajaban de 4:20/km.
Esos últimos 12 km. fueron eternos y engañosos,
casi hasta de alucinaciones, en un punto creí llegar a la subida de Palani,
para dar vuelta a la derecha y llegar a Kailua, pero era el repecho previo, ya
las fuerzas iban justas y luchaba por no bajar la cadencia, finalmente logré
llegar a Palani, me dejé ir y faltando casi 1 km. me pasó Kocar, por el número
sabía que era de mi categoría, traté de apretar, pero él estaba más fuerte, a
los 200 m. pase a un belga de mi categoría, quién estaba a punto de caerse.
En ese punto y dentro de mí, sabía, que había
perdido el top 5, pero ya sólo quería llegar donde estaba mi familia, recoger
la bandera de Colombia y terminar, el cuerpo no daba más, a lo lejos vi la
tricolor y el tapete de llegada, la piel se me erizó, era lo que había soñado,
estaba cumpliendo un sueño aplazado: pasar ESA meta (así con MAYUSCULAS) dejando
las piernas y el corazón en esos 226 km, sin importar el tiempo, el puesto,
pero, absolutamente, satisfecho de hacer todo lo que estaba a mi alcance por
cumplir y cumplirme.
Pasar la meta fue una mezcla de felicidad y
dolor, pero sobre todo, un sentimiento de complacencia, por haber podido dar por
terminado un capítulo, que había estado inconcluso durante 8 años y hoy no
tengo más que agradecimiento por todos los que me animaron y me apoyaron para
regresar, a cada uno de los que escribieron mensajes de aliento y de ánimo, a
quienes estuvieron pendientes durante las 9 horas de competencia de cada
parcial, a quienes en grupos de whatsapp comentaban la carrera, hicieron
pronósticos y en la distancia me enviaban su buena energía y, en especial, a
mis amigos de la vida, los amigos que se convirtieron en familia y que conocí
por haber hecho parte de Merey y a mi ex
entrenador, Oswaldo Santos, quien cada vez que me veía me decía: “Mijo, usted
tiene que regresar, aún tiene mucho que dar, yo lo quiero ver en Kona”
Infinitas gracias a mi esposa por su paciencia,
por su ayuda y por animarme a cumplir mis sueños, a Mauro, mi mejor amigo, que
siempre estuvo dispuesto a escucharme y aconsejarme, a mis hijas por alegrarse
por mis triunfos y prestarme su tiempo y a la familia de mi esposa, es decir mi
familia, que me acompaño, se organizo y se vivió este viaje en torno a un
Ironman.
Todavía tengo la cabeza revuelta, muchos planes
y caminos que tomar para 2023, entre ellos esta priorizar los objetivos
laborales y familiares, pero eso será para otro blog.
¡Aloha!
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